domingo, 26 de septiembre de 2010

Los Héroes de Melilla

Durante la legislatura municipal de 1983 a 1987, se cambiaron los nombres de varias calles del Pueblo. El motivo aducido era eliminar los nombres con reminiscencias de la Dictadura franquista, así desaparecieron nombres como Avenida José Antonio, Plaza del Generalísimo, etc…., aunque de manera inexplicable se conservó la C) Federico Servet que se puso en homenaje al conocido activista falangista de los años de la República.
Sin embargo se suprimieron también algunas calles que hacían referencia a personajes del pueblo que nada tenían que ver con la guerra civil o el franquismo, en concreto la C) General Chacel y sobre todo la C) de los Héroes de Melilla.

De la C) Héroes de Melilla (que era la que va de la Encomienda a la Avda Salzillo) solo se conserva la placa en la fachada lateral de la casa de Anin:


La C) Héroes de Melilla, llamada actualmente C) Ramón y Cajal, muy probablemente existía en Abanilla como homenaje a nuestros paisanos que participaron en la llamada “Guerra de África o de Melilla, más conocida como la Campaña del 9 (1909)”, en concreto en los sucesos ocurridos en el mes de julio de 1909 en Beni Musa, donde murieron varios soldados españoles y entre ellos, al menos, 3 abanilleros. Sería conveniente que se investigara en el Archivo Municipal si esa calle se debía a esos abanilleros o a otros que participaron en la posterior Guerra del Rif de los años 20, aunque todo hace pensar, por lo que diré después, que se trató de conmemorar la participación en los sucesos de Beni Musa.
Siempre consideré una injusticia y un error que se eliminara esa calle, pues mi familia me había informado de que esa calle existía con ese nombre al menos durante la República, y durante estos años he tratado de aprender más sobre esos héroes.
Hace unos meses pedí a la Presidencia de la Ciudad Autónoma de Melilla información sobre el concepto de “Héroes de Melilla”, pensando que ese nombre se había puesto a varias calles de diversos pueblos de España, mi sorpresa fue de que no era así, de que probablemente Abanilla era uno de los escasos pueblos de España en tener una calle con esa denominación. Acto seguido, Don Vicente Moga Romero, Director del Museo Central de esa ciudad, me envió un escrito con información sobre los abanilleros muertos en aquellas guerras y que solo hace referencia a los fallecidos en aquellos sucesos desgraciados de 1909. A continuación transcribo el texto que se me envió:

Militares naturales de Abanilla (Murcia), fallecidos en la Campaña de 1909

• José Bañús Riquelque
Cabo de Infantería del Regimiento de Infantería Melilla nº 59
Soltero, 22 años, jornalero.
Hijo de José Bañús Cutillas y Encarnación Marcos Quilez.
Fecha de defunción: 23 de julio de 1909(18:00), herida por arma de fuego en Sidi Musa.
Osario Panteón de Margallo.

• Guillermo Riquelme Tomás
Cabo de Infantería del Regimiento de Infantería Melilla nº 59
Soltero, 21 años, jornalero.
Hijo de Pedro Riquelme Sánchez y Mª Dolores Tomás Carrillo.
Fecha de defunción: 23 de julio de 1909, herida por arma de fuego en Sidi Musa.
Osario Panteón de Margallo.

• Mariano Vives Molina
Cabo de Infantería del Regimiento de Infantería Melilla nº 59
Soltero, 21 años, jornalero.
Hijo de José Vives Sánchez y Luisa Molina.
Fecha de defunción: 23 de julio de 1909, herida por arma de fuego en Sidi Musa.
Osario Panteón de Margallo.

Es posible que haya algún otro abanillero más que muriera en aquellos sucesos, pero, al menos, estos tres sí está documentado que participaron y murieron como héroes en aquella guerra. El Sr. Moga me dice también que sus restos siguen allí, probablemente porque, en la época, la repatriación de los cadáveres debía tener un costo inalcanzable para sus familias.
Durante el pasado año 2009 se conmemoró en Melilla el Centenario de aquella guerra con diversos actos agrupados bajo el nombre de “Centenario de la Campaña de Melilla 1909-2009” en los que se trata de recordar aquellos sucesos y a los españoles que dieron la vida. Por este motivo se han hecho gran cantidad de estudios sobre esos días. Es probable que en esos estudios aparezcan más datos sobre paisanos nuestros. Creo que habría que contactar con el Ayuntamiento de la Ciudad africana o con la Asociación de Estudios Melillenses (http://www.aemel.com) para averiguar lo que se pueda sobre los abanilleros que participaron en aquellos hechos militares.

Como es bien sabido, la participación militar española en las guerras coloniales se nutría de soldados de reemplazo. Ahora bien, existía la posibilidad de eludir el servicio militar pagando a alguien que fuera en el puesto del conscripto. Este hecho hacía que muchos españoles humildes decidieran ir en puesto de otros reclutas más pudientes con el fin de cobrar un dinero que era muy necesario para sus familias. No sé si este era el caso de nuestros paisanos, pero el hecho de que la profesión de estos tres jóvenes fuera la de jornalero invita a creer que existiera esa posibilidad.
Nuestros jóvenes no solo murieron en una guerra injusta, como todas las guerras coloniales, sino que se comportaron como héroes, tal y como se describe en las crónicas periodísticas sobre aquellos hechos.
Es triste de que después de sufrir las penalidades de una guerra, lejos de su tierra, probablemente arrastrados por la miseria, sufrieran 70 años después la injusticia de que su pueblo les arrebatara el recuerdo.
Por este motivo creo que nuestro Ayuntamiento debe restituir el nombre de la calle que durante 70 años recordó a estos héroes, es de justicia. Y también creo que nuestro Ayuntamiento, en desagravio, debería tratar de localizar a sus familiares y junto con ellos tratar de repatriar sus restos y enterrarlos en un lugar digno en nuestro Cementerio, como recuerdo y ejemplo para nuestros jóvenes.

José María López Lozano
Abanilla, a 24 de junio de 2010

SOBRE MARÍA ALVARADO



            El año 2008, en la página 93 del programa de fiestas, se publicó una reproducción de la hoja 3 de la revista católica “El Faro de la Juventud”, de fecha 13-11-1921, que hacía referencia a una crónica sobre María Alvarado, cuyas vicisitudes documentadas se publicaron en el programa de fiestas de mayo 2005, por José Tenza Lajara (Pepe el del ciego de Dionisia). Dado lo diminuto de su tipografía y ante la dificultad de su lectura, a petición del público, consideramos procedente su traslación. Dice así: Abanilla. Doña María de Alvarado. Una de las glorias del pueblo de Abanilla es sin duda alguna, el haber sido la tierra en que se meció la cuna de María de Alvarado. La tradición nos la presenta como casada, de oficio costurera, muy cristiana, y con un marido bastante alejado de las ideas de Cristo. Cuenta la tradición que por la noche iba María de Alvarado a la iglesia, y que al llegar a ésta sus puertas se abrían y podía entrar, estando rezando hasta que amanecía y empezaban a asomar los claros del nuevo día. Su marido algunas veces la seguí, pero al ver lo que sucedía huía espantado y no la recriminaba. Poco después murió y fue enterrada en el cementerio viejo, pero este al fin se lleno, se hizo otro nuevo, empezando los traslados. Cuentan en esto las gentes del pueblo que apareció en él un desconocido, el cual paseando un día por el cementerio viejo, le dijo al sepulturero que estaba desenterrando unos cadáveres: “Ande usted con cuidado que ahí hay enterrada una santa”. El sepulturero dio un fuerte golpe con el azadón y tropezó con un cuerpo duro el cual, al sacarlo, resultó ser el cuerpo intacto de la venerable María de Alvarado, conservado y acartonado, solamente le faltaba la punta de la nariz que se la había arrancado el sepulturero al dar el fuerte golpe de azadón. La venerable María de Alvarado ha hecho muchos milagros y en ella tiene mucha fe el pueblo de Abanilla. Se halla colocada en una urna de cristal donde es visitada en ocasiones por el pueblo de Abanilla. J. M. Conesa. También se recoge en el programa de fiestas de 1983, algunas vicisitudes sobre la vida de María Alvarado, recopiladas por don José Moreno Gil, que fue maestro de escuela en Abanilla, desde 1942 a 1960. En la página 57 del libro “Abanilla. Historia de su Parroquia”, se hace referencia a esta mujer, que el pueblo llano y sencillo la adjetivó de beata, e incluso de santa, en base a la leyenda. Hay quienes dicen haber oído de sus antepasados que se solicitó incoar expediente de beatificación y así lo refiere R. Guirao García en una especie de folleto turístico editado en 1917. Respecto a esto hay que recordar que en la revisión de la momia efectuada el 06-08-1886, el notario hizo constar la existencia de una cajita pequeña de madera de pino que contenía, entre otros documentos relacionados, “un cuaderno o expediente de nueve folios útiles”. Este expediente bien pudiera haber sido el de beatificación. Todo esto fue destruido en 1936, y al no saberse la fecha del proceso resulta muy difícil su busca en los archivos, caso de que se conserve. Lo anterior constituye uno más de los típicos relatos que andan envueltos en la leyenda, que por su lejanía en el tiempo es muy difícil discernir la realidad de la fantasía popular. Lo que sí ha queda fuera de toda duda es que su cadáver estaba momificado e incorrupto, como otros muchos que se han encontrado en todo el mundo y que en nuestra cultura cristiana es atributo de la santidad; o al menos lo era en aquellos tiempos de menores conocimientos científicos.
E. Marco, con la colaboración de Ginés Rocamora Vives y José Tenza Lajara